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понедельник, 13 апреля 2015 г.

El Tratado de Libre Comercio que destruyó México.

Autor: Vicky Peláez.

La política no es otra cosa que economía
concentrada
— V.I. Lenin 1870-1924
El fin del Siglo XX y el comienzo del Siglo XXI se
han caracterizado no solamente por la
proliferación de guerras, sino también por el
boom de diferentes tratados internacionales que
en muchos casos han devastado la economía y la
estabilidad de muchos países, llevándolos a una
vorágine de dependencia de la cual no pueden
salir.

Día tras día la prensa globalizada nos está
informando sobre los acuerdos FIPA, ACTA, AP,
TPP, TTIP, TIFA, NAFTA, TLC, GATT, WTO, TISA
etc. y nos preguntamos lógicamente para qué
existen tantos tratados y qué intereses sirven.
Para entender todo este embrollo, del que por
supuesto sólo se han beneficiado o se benefician
unos pocos, habrá que revisar la historia.
Resulta, según los archivos de la Carnegie
Endowment for International Peace (Fundación
Carnegie para la Paz Internacional), ya en 1908 la
junta directiva de esta organización estaba
debatiendo "si habían otras formas conocidas
además de la guerra para poder alterar la vida de
una nación". Después de muchos días de
deliberación, los participantes llegaron a la
conclusión que la guerra siempre había sido el
método más efectivo de cambiar la vida de una
nación o una sociedad. A la vez afirmaron que
tratados, acuerdos y pactos internacionales
también podrían servir este propósito orientados a
debilitar la soberanía del Estado a través de su
gradual subordinación a las organizaciones
internacionales.
En la era de la globalización las corporaciones
transnacionales amparadas por la única
superpotencia del mundo, Estados Unidos,
tomaron bajo su control el aparato de toma de
decisiones de la mayoría de las organizaciones
internacionales que a su vez, a través de los
acuerdos bilaterales o multinacionales hicieron
disminuir la libertad política, jurídica y económica
de los países participantes en nombre del
acuerdo internacional firmado. En realidad cada
tratado internacional afecta la soberanía de los
países firmantes y en especial la de los países en
proceso de desarrollo que, frecuentemente o casi
siempre, aceptan las imposiciones de las
naciones más poderosas con quienes firman el
acuerdo.
México es un ejemplo más claro de las
consecuencias que podrían tener los tratados en
la vida económica, política y financiera de una
nación y de su sociedad. Siempre en la mira de
su vecino del Norte, este orgulloso y soberano
país finalmente se sucumbió a las presiones de
Washington y sus generosas promesas de
prosperidad y firmó el Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN o NAFTA en inglés)
con Estados Unidos y Canadá en 1992. A partir
del primero de enero de 1994 este tratado entró
en vigencia. Aquel año muchos estudiosos
mexicanos denunciaron que eran muy pocas
personas que pudieron tener acceso a los 2226
artículos de aquel acuerdo antes de la firma final
y ni siquiera los miembros del congreso tuvieron
tiempo de revisarlos con detenimiento y
debatirlos.
En todos estos 20 años de existencia del TLCAN
la prensa globalizada no cansaba de hablar año
tras año de las ventajas económicas que tendría
México a mediano y largo plazo. Sin embargo,
mientras el tiempo avanzaba, el país se
empobrecía cada vez más, lo que se reflejaba en
el incremento de la violencia y del crimen
organizado. Actualmente México es considerado
por la Comisión Interamericana de los Derechos
Humanos como el "cementerio de desaparecidos",
cuyo número supera 25 mil personas y esto sin
contar unos 100 mil muertos por violencia en los
últimos 20 años y más de 150 mil personas
desplazadas.
El país que en 1994 era prácticamente
autosuficiente en la alimentación, para 2014 se
convirtió en importador neto de alimentos
básicos en América Latina. De acuerdo al
periodista mexicano, Carlos Fernández-Vega,
desde la entrada en vigor del TLCAN el país ha
importado alimentos "por 275 mil millones de
dólares y el 80 por ciento de los cuales proviene
de EEUU, mientras se incrementa el número de
mexicanos sin acceso a los alimentos y el campo
nacional es una enorme fábrica de pobres".
En 1994 se importaron los alimentos por 1.800
millones de dólares y en 2014 por 25 mil millones
de dólares. Actualmente el país importa el 75 por
ciento del consumo nacional de arroz, 30 del maíz
y el 42 por ciento de trigo. También compra
principalmente en Norteamérica carne, lácteos,
huevos, leche, aves, semillas etc. Su exportación
se limita a hortalizas, plantas, raíces y
tubérculos, frutas, bebidas y vinagre. México ya
dejó de ser autosuficiente en productos del mar
teniendo 12 millas de mar territorial y 200 millas
de zona económica exclusiva y su flota pesquera
prácticamente ha desaparecido.
Todo esto explica por qué el 60 por ciento de 112
millones de habitantes de México son pobres y
sin acceso a la seguridad social. El TLCAN
tampoco ha traído el prometido trabajo completo.
Actualmente casi 30 millones de mexicanos
trabajan en la informalidad (60.1 por ciento de la
población ocupada) con el sueldo mínimo de 167
dólares al mes. Según los informes
gubernamentales, el índice de obesidad y
sobrepeso de los habitantes del país aumentó en
estos 20 años del 32 al 78 por ciento debido a la
mala alimentación y la falta de acceso a la
alimentación nutritiva que ha sido reemplazada
por la comida chatarra importada de EEUU. Tal es
la situación que tres de cada cuatro camas de
hospital las ocupan pacientes con enfermedades
relacionadas con obesidad.
Sin embargo, para el presidente de EEUU, Barack
Obama "México de hoy registra un progreso
importante", según expresó. En cierto modo tiene
razón el "gerente de la Casa Blanca" pues los
ricos nacionales se hicieron más pudientes.
Carlos Slim aumentó su fortuna en estos 20 años
de 6.800 millones de dólares a 77.100 millones,
Ricardo Salinas Priego de 1.900 millones a 8,000
millones, la Familia Servitge Montull de 1.200
millones a 4.900 millones y Alberto Bailléres de
1.900 a 10.400 millones de dólares, como lo
anunció la revista Forbes. En total la fortuna de
los multimillonarios mexicanos aumentó de
44.100 millones en 1994 a 129.300 millones de
dólares. Seguro a eso se refería Barack Obama
cuando hablaba del "progreso" mexicano.
Estados Unidos también obtuvo su "progreso"
tanto en términos económicos y financieros a
través del TLCAN como en los geopolíticos y
geoestratégicos. Sus corporaciones energéticas
recibieron el acceso al petróleo mexicano (10.500
millones de barriles) que el actual presidente del
país Enrique Peña Nieto logró privatizar, además
la banca norteamericana tomó control del sector
financiero nacional. Los agentes del Servicio de
Alguaciles de EE.UU., del Departamento de
Justicia, de la DEA, FBI andan por el país como
"Pedro por su casa", inclusive participan
disfrazados y armados como elementos de la
Marina mexicana en operativos antinarcóticos y
de otra índole. Mientras tanto, la droga fluye a
través de México a Norteamérica. Se calcula que
cada año entran a EEUU algo de 700 toneladas de
cocaína a pesar de todo este despliegue de las
fuerzas de seguridad, tanto nacionales como
norteamericanas.
México en realidad se ha convertido en el primer
laboratorio norteamericano para remodelar un
Estado y acomodarlo a sus intereses y a los
intereses de sus corporaciones. Tiene toda la
razón el periodista mexicano, Alejandro Nadal al
afirmar que el capital financiero globalizado "no
está destruyendo el Estado, sino que lo está
reconfigurando y reorganizando para que
responda a sus necesidades e intereses". El
mismo mercado neoliberal necesita un Estado que
facilite crear el mercado electoral, judicial y
legislativo y además que sepa controlar y hacer
obediente la mano de obra. La corrupción es uno
de los métodos de lograr todas estas metas, en
beneficio de la primera superpotencia del mundo
y de sus corporaciones. El Estado a cambio
recibe la protección moral y en cierto modo la
económica y mediática de las corporaciones
envueltas en este juego donde lo nacional cede el
piso a lo transnacional.
Tal es la situación de México actual que, según el
editor del "International Forecaster", James
Corbett, en 2013 la Agencia de Seguridad
Nacional (NSA) de EEUU presentó una infografía a
la senadora demócrata Diane Feinstein donde
Norteamérica, Canadá y México eran parte de su
"Homeland" (Patria) que en el futuro se
convertiría en la Unión Norteamericana. La misma
idea de crear una Comunidad Norteamericana fue
lanzada en 2005 por la Comisión Trilateral
estadounidense, el Consejo Mexicano de Asuntos
Internacionales y por el Canadian Council of Chief
Executives. Todo es cuestión de tiempo y de
aprobación de nuevos acuerdos, tratados y
pactos que Washington está implementando paso
a paso mientras el pueblo mexicano y el
canadiense, están siguiendo el juego de
despolitización en el que los están envolviendo
los medios de comunicación, día tras día, con
paciencia, insistencia y persistencia, de acuerdo a
los manuales de la "guerra psicológica".
En realidad Canadá, México, América Central y el
Caribe constituyen una pequeña parte del
proyecto norteamericano del imperialismo
globalizado.
Estados Unidos también está enfrascado, a
tiempo completo, en el proyecto de sacar Europa,
envuelta desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial en unos tratados secretos con Estados
Unidos reforzados posteriormente a través de
acuerdos comerciales y militares ( OTAN), de su
camino geoeconómico y geopolítico. La próxima
firma del Tratado Trans — Atlántico de Comercio
e Inversiones ( TTIP ) pondrá fin a la soberanía de
la Unión Europea y a la de sus miembros en
términos individuales. También está en marcha el
Tratado Trans-Pacífico de La Asociación
Económica de la Región de Asia-Pacífico (TPP)
proyectado hacia el dominio de Asia y el
aislamiento de China y Rusia.
Pero como dice el refrán popular: "El que abarca
mucho, aprieta poco". La vida siempre da
sorpresas y esta tierra ya no es "un río de
rodillas". Por de pronto América Latina lo está
demostrando. China se ha convertido en la
segunda economía del mundo y su yuan ya es la
segunda moneda de reserva internacional aunque
no lo reconozca oficialmente la Casa Blanca.
Rusia está sobreviviendo y recuperándose a pesar
de las sanciones de EE.UU. y sus satélites como
Unión Europea y Australia, anunciando a cuatro
vientos su presidente Vladimir Putin "que nadie se
haga ilusiones de que pueda lograr supremacía
sobre Rusia".
¿Lo tendrán en cuenta los globalizadores
iluminados tanto neoliberales como
neoconservadores?. Lo dudo mucho, porque como
dijo Antón Chéjov, "cada uno tiene cabeza, pero
no todos la necesitan".
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